Cuando cortas una flor para tenerla, empiezas a perderla, porque se marchitará en tus manos y no se hará semilla para otras primaveras.
Cuando aprisionas un pájaro para tenerlo, empiezas a perderlo, porque no cantará para ti en el bosque, y no sembrará pájaros en su nido.
Cuando no arriesgas tu libertad para tenerla, empiezas a perderla, porque la libertad que tienes se comprueba cuando te juegas optando y decidiendo.
Cuando no dejas partir a tu hijo para tenerlo, empiezas a perderlo, porque nunca lo verás volver a ti libre y maduro.
Aprende en el camino de la vida la paradójica lección de la experiencia: siempre ganas lo que dejas y pierdes lo que retienes.
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